DE LOS FIORDOS DE ISLANDIA A LA DUCHA FÉTIDA
PORTADA | Ya hemos bordeado todo el sur de Islandia. Ahora toca subir hacia el norte. A mitad de camino está nuestro destino de hoy: Egilsstadir. Es uno de esos días de bajón del viaje. No por ganas de volver, eso nunca. Sino porque es una jornada de tránsito entre el sur y el norte, y la verdad es que tiene pocos atractivos (comparados con los vistos en días anteriores).
Bordeamos los fiordos del este de Islandia en carreteras que te hacen volar por momentos: montañas majestuosas, nubes que se adentran en ellas, playas de arena negra, pequeñas penínsulas imposibles de imaginar… Bonito, pero, lo dicho, de tránsito.
Los pueblos de los fiordos no tienen mucho encanto, exceptuando el de Seydisfjordur. Está entre dos montañas que no dejan de escupir agua sobre sus laderas. Cascadas, de mayor o menor tamaño, te van saludando en tu llegada al pueblo.
Allí paseamos entre casitas de colores, alguna galería y taller de artesanía con cierto aire bohemio, pero poco más. Aquí la temperatura baja hasta 9 grados. Y junto a la humedad del mar, la sensación es de…si estamos en verano, ¿¿¿¿cómo podrá soportar esta gente el invierno??? No me lo quiero ni imaginar. Tal vez por esa razón Islandia sea uno de los países que más libros consume por habitante. A ver quien se atreve a salir de casa en enero.
La modernidad de pensamiento islandés de la que hacía mención hace unos días hace que espacios tan diferentes como una residencia de estudiantes y un hotel compartan instalaciones. En invierno están los estudiantes y en verano los turitas. Así es la cadena más conocida de hoteles del país: los Edda. En ellos nos alojamos durante casi todo el viaje y no tienen nada que ver con el concepto de colegio mayor hecho polvo. De eso nada. Las habitaciones, sin grandes lujos, están a la altura de cualquier hotel de Europa. De los de Italia ni te quiero contar. Además, algunas de ellas cuentan hasta con piscina termal a unos 32 graditos el agua. ¿Se puede pedir más?
Y es que aquí salen aguas termales de debajo de las piedras. Tal es la actividad geotérmica de los volcanes que en la mayoría de ciudades islandesas el agua caliente es completamente natural, no pasa por ningún calentador, viene así directita del interior de la Tierra. ¿Y qué conlleva eso? Entre otras cosas, que huela a azufre cada dos por tres en muchos de los pueblos, y que en el hotel de Egilsstadir el agua caliente huela a huevo podrido. Te lo avisan hasta con un catel para que no te asustes. Aún así es un poco asqueroso.Eso sí, tengo que aclarar que una vez te has duchado tu cuerpo no desprende ese fétido olor. ¡Menos mal!
RECORRIDO: Höfn-Egilsstadir ( 300 km.)
COMER |Café Nielsen. Tjarnarbraut 1. Egilsstadir. Alrededor de 40€ por comensal. Bonito restaurante de madera ubicado frente a la Gasolinera Esso de Egilsstadir. Dicen de él que es una de las casas más antiguas del pueblo. La sopa y las gambas rebozadas están buenas como entrante. Y para rematar la faena, un buen filete de ternera realmente tierna. No te arrepentirás.
DORMIR |Hotel Edda Egilsstadir. Off Tjarnarbraut. Egilsstadir. www.hoteledda.is. Situado frente a la piscina municipal (termal, por supuesto). 14650 ISK por habitación con baño. Desayuno incluido. Junto con el de Höfn es el Edda que más aparenta ser un centro escolar. Aún así, todo perfecto. Dado que estamos en un país volcánico y el agua caliente sale natural del subsuelo es inevitable que huela a sulfuro. O, lo que es lo mismo, a huevo podrido. Hasta tal punto que te lo avisan con carteles para que no te asustes. En Egilsstadir es donde se aprecia más este aroma con el que te familiarizarás pronto si viajas por Islandia.